Jueves, 23 de enero de 2025, 18:22 UTC3 minutos

Una persona sostiene una pancarta en protesta por Gael y Alexander.

La clase de hoy

La niñez de Culiacán tuvo una dolorosa lección que no deberían tener qué aprender

Culiacán, Sin. – Apenas eran minutos después de las 8 de la mañana y el color blanco opacaba ya al gris del asfalto de la calle. Se remolinan afuera de la puerta de entrada de la primaria Sócrates. La lección de ese día para la niñez de esa escuela no fue sobre álgebra o español. Sus profes, sin querer hacerlo, pero sin alternativa, los preparaban para una nueva lección. Es la protesta 101.

La marcha, disciplinada, se emprendió poco después de las 8:30. La mayoría de las y los niños cargaban globos blancos en sus manos. La protesta es porque les faltan dos compañeritos. Los hermanos Gael y Alexander. Uno recién graduado, de 12 años, cursaba el primero de secundaria. El otro todavía alumno, con sus 9 años, vio truncado todo su futuro también. Por eso la protesta.

Ese mismo contingente uno esperaría verlo en una tabla rítmica o un desfile por la avenida Obregón, calle principal de Culiacán. Tal vez en un desfile del 20 de noviembre o en el del día de la primavera. No sé. Pero no ha sido así. Ese contingente, lleno de niñas y niños que no saben qué sucede, cala en el pecho advertirlo. Los ojos se remojan de dolor.

Los chamacos deberían estar esperando la hora del recreo para salir a echar el lonche. Tal vez jugar las retas de futbol. También el brincamecate o el elástico. O simplemente corretear con mucha azúcar en las venas y la euforia que te da el ser niño y ser feliz sin motivo alguno, porque para eso eres niño. La felicidad es la constante. Siempre felices, buscando jugar. Siempre contentos, jugando y aprendiendo.

Pero la lección es dolorosa. Ellos han tenido que aprender a vivir entre el miedo y las balas. Gael y Alexander no están. Ellos nos lo recuerdan. No los adultos con sus consignas políticas y su rabia irracional. Es el dolor de las niñas y los niños y el miedo de no saber qué sucede. ¿Por qué tuvimos esta clase? ¿Por qué hay que marchar? Deberían estar en la hora de recreo.

Cuando dejé la protesta iban al Palacio de Gobierno. Ahí siguió. Hubo un merecido disturbio. Pero lo que más me conmovió fue la invitación de la mamá de Gael y Alexander. Dejen veladoras en el Ayuntamiento. Ahí se erigió un pequeño altar en memoria de este par de niños. Fueron asesinados por el crimen organizado, pero el responsable ha sido el Estado.

Y qué doloroso tener que marchar otra vez. Tener qué cubrir esta protesta. Tener que hacer foto y video para este y aquel medio, para mi sitio.

Yo quisiera contar otras historias, pero hoy no se puede. Hoy camino con Gael y Alexander.

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Aarón Ibarra

Reportero Independiente de tiempo completo

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